Bebé:
Sé que han sido muchos años juntos y que el enamoramiento se ha ido perdiendo poco a poco.
Nuestro caso es peculiar, comparable con una gran tormenta; inicia con enormes nubes que comienzan a reunirse con tal rapidez que los sentidos de quienes están cerca lo notan, el aire comienza a empujar por todas las direcciones como esos sueños y deseos que lanzas con la persona amada cuando uno está enamorado, se comienzan a escuchar truenos y sus luces iluminan el cielo, truenos de las personas que odian que tengamos una relación tan estrecha, que seamos tan iguales, tan compaginados, el clima cambia, las promesas con otros se pierden o se intensifican, todo relacionado a nuestra amor, sin embargo nunca llueve. Ese fin tan esperado, esa pasión que solo una buena lluvia puede entregar, esa lluvia tan poderosa que hace que los amantes se amen más en sus camas, se besen con total pasión y entrega, esa lluvia que hace extrañar a su amada hasta el hombre más fuerte o que preocupa a la madre que alguien de su familia se encuentre fuera de casa, simplemente no llega con nosotros, se diluye, en ocasiones en días muy soleados, otros nublados, sin embargo, jamás llueve.
Hay personas con las que la vida es siempre una tormenta, inesperada, llega, te moja, te envuelve y así como llega se va.
Tu y yo no somos una tormenta, somos lluvia, en balance, ni tanto para inundar y causar caos ni tan poco para secarlo todo lo que el sol toca. Ese balance lo agradece mi vida, más no mi cuerpo, no mi corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario